Comienzan a llegar los dominicanos que vivieron el Terremoto en el Japón

[ Por: Alicia Ortega ] / martes 22 marzo, 2011 - 1:05 AM

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La espera es larga y la impaciencia corroe los huesos. Los familiares de Oliver Rojas, un dominicano que finalmente regresaría a casa, tras encontrarse en Japón en el momento que ocurrió el terremoto y posterior tsunami.

El momento no podía ser más conmovedor. Las imágenes hablan por si solas.

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Heidie Heinsen no podía contenerse al ver a su esposo una semana después de la tragedia y luego de un recorrido que incluyó escalas en la ciudad de Chicago desde donde hizo una travesía en automóvil hasta Orlando, para tomar otro avión con destino al Aeropuerto Internacional de Las Américas.

Este había sido su tercer viaje a Japón, uno que jamás pensó sería interrumpido por la furia de la naturaleza. Narra que fueron minutos aterradores.

Para el importador de neumáticos, quien estaba en un viaje de negocios, al principio las cosas no le parecían tan graves. Estaba consciente de los frecuentes temblores en la nación nipona.

Sin embargo, su preocupación inició cuando regresó a la empresa con la que comercializa las gomas.
En ese momento, no se encontraba en la empresa la única persona que hablaba español, lo que dificultó las posibilidades de que Rojas comprendiera la magnitud de los acontecimientos.

Comunicarse con sus familiares fue lo primero que pensó antes de que colapsaran los servicios.

Cuando logró hablar con sus familiares, fueron ellos quienes lo pusieron al tanto de la realidad que se vivía en ese país asiático.

Prefirió el carro al primer piso de la edificación de dos plantas donde estaba alojado, por temor a quedar aplastado.
Pese a que tomó previsiones, asegura que no fueron suficientes.

Con solo 4 litros de agua, dos que tenía y dos que pudo comprar, porque estaban racionando el líquido, tuvo que pasar una semana.

Al otro lado del mundo, sin las mismas carencias, pero con más preocupaciones, estaba su esposa.

Pese a que se comunicaban con cierta regularidad, Heidie seguía intranquila.

Aunque la ciudad de Otsunomiya funcionaba con cierta normalidad y los centros de trabajo permanecían abiertos, Rojas sintió que era el momento de regresar con los suyos.
Con el paso del tiempo aumentaba el peligro.

Antes de finalmente lograr la ansiada salida, la nostalgia se apoderó de Rojas.

Para Rojas son muchas las lecciones aprendidas. Pese al fuerte temblor, las ganas de volver a Japón quedaron intactas en Rojas, quien ya piensa en el regreso.

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